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LOS 3 CERDITOS, "LEON"

LOS 3 CERDITOS, "LEON"

Nueva y atrevida versión de este “clásico” de los cuentos infantiles.

Mas allá de la historia de “Los Tres Cerditos”, se transmuta las vicisitudes de la masa proletaria cuando esta no cuenta con una conducción partidaria firme y dogmática, y por otro lado, como el cruel capitalismo acecha constantemente a los sufridos obreros.

Perdón por la demora hermanos camaradas…

Nos entretuvimos en una profunda controversia con el camarada Antonio G. de la sección italiana.

El “tanito camandulero” sostiene, así sin mas, que la Ferrari “Testa Rossa” es mucho mas auto, mas maquina, mas bonita que nuestro “amado y proletario” Lada.

Si camaradas, es tristísimo ver como las desviaciones “anarco – nacionalistas – pequeño burguesas” han calado tan hondo en la vanguardia proletaria mas allá de la “Cortina de Hiero”.

Le hemos tolerado a los camaradas cualquier tipo de disidencia, cualquier opinión en contraria en las reuniones de la 3ª internacional, hasta podemos soportar que digan, “la Ferrari es una buena maquina”, pero lo que jamás toleraremos, lo que debe ser tomado como “puro revisionismo” y castigado impecablemente con la expulsión del partido, es que “la Ferrari es mas bonita que nuestro Lada 4 puertas”.

Semejante boludez hace sonrojar la estatua de Lenin en la laza roja.

Me tranquilizo, me acomodo la gorrita que lleva la honorable inscripción de “LADA FIERRO”, y retomo el cuento.

Leamos…

León era el mas pequeño de los tres hermanos cerdillos.

No había vivido ni las primeras etapas gloriosas de la revolución, ni su afianzamiento en el contexto internacional, y ni siquiera había nacido cuando nuestro “bienamado, sabio y único líder” dejo este mundo mortal para ingresar al panteón de los inmortales.

Es mas, se había criado en un periodo de confusión y replanteamiento de los verdaderos objetivos de aquel “maravilloso octubre”.

Seguramente fue esto lo que le llevo a valorar infinitamente la grandilocuente gesta de nuestros líderes arcanos.

Ya de muy pequeño había leído y releído los dos tomos de “La Revolución Rusa” de Trotsky.

Con su incipiente mente infantil había recorrido el exilio en Finlandia, los bares obreros de San Petersburgo, las callejuelas de Odessa, las plazas de Petrogrado.

Había llevado la palabra obrera a los “atrasados” campesinos de la estepa, y ganado mil batallas comandando alguno de los “inquebrantables” batallones del Ejercito Rojo.

También se había visto en sueño denunciando a algunos camaradas del partido a la Checa y guiando prisioneros a uno de los tantos gulags de la vasta Siberia.

Era por eso que disfrutaba cada mejora en su vida que le acercaba la patria socialista. Una ración extra de caramelos “Sugus”, una semana de vacaciones junto a sus compañeros de escuela en los barracones del Mar Negro, una lata de Caballa pescada por los esforzados marineros del Mar del Norte, un pase libre para ver el “Dinamo” de Moscú.

Disfrutaba cada pequeña cosa que el “Secretariado General del Partido” pusiera en sus diminutas y porcinas manos.

Fueron muchísimas las tardes en que al llamado de sus compañeritos cerdos para que fuesen a revolcarse un rato en el barro el respondió con un “no puedo, tengo revisar las ponencias del camarada Lenin en el 23 congreso de los soviets”.

Y cuantas tardes reemplazo el sentarse frente al televisor blanco y negro que le había prestado el comité central del partido, para mirar, una y otra vez, el “El acorazado Potemkin” y “Octubre”, las dos de un solo saque.

Y a la noche, cuando el comisariado del pueblo cortaba la energía eléctrica para redirigirla hacia las grandes fabricas de Stalingrado, el no se lamentaba, sabia que había que producir y producir, y sacando una pequeña vela, a su luz, leía y releía las obras cumbres del pensamiento socialista, “El manifiesto comunista”, “El que hacer”, y las “Tesis de Abril”.

Y si hasta daba pena ver como rechazaba la propuesta de ir a jugarse un fulbito con la excusa de salir al campo para ayudar a las colectividades campesinas a levantar la cosecha de trigo.

El llevaba la doctrina del partido no como una carga, sino como un verdadero placer.

Si en la fabrica le “imponían” una hora extra de trabajo “voluntario” el se aprestaba rápidamente a realizarlo. Y ahí se lo veía, cargando cajas de Kalishnicov, mientras entonaba el bonito estribillo de “La Internacional”…

“alistemos todos

En la lucha final

Y gritemos todos unidos

¡Viva La Internacional!”

Más de grande, cambio la internacional por algunos temas de los camaradas cubanos Silvio Rodríguez y Pablo Milanes, para sentirse un poco más “en onda”.

Así llegamos al momento en que recibe unas monedas de la mano de su moribundo padre.

Como todo buen bolchevique que se precie de serlo, dividió el dinero en dos partes iguales, y con una de ellas “cotizo” en el partido.

A cambio de esto, recibió de manos del “comisario de finanzas donativos y embaucaciones” una pequeña medalla con una hoz y un partillo grabas sobre el signo pesos, que todavía lleva abrochada en la solapa de su gamulan amarronado.

Con la otra mitad compro los materiales necesarios para construirse una “maravillosa” casita proletaria.

Una piecita, un pequeño baño, y una cocina donde solo cabía un brasero y un taburete que hacia las veces de mesa, era todo lo que un “obrero y campesino” necesitaba para ser feliz en esta bendita patria socialista.

Y así la construyo.

Luego se dijo para si mismo, (no porque estuviese reflexionando, sino porque no había nadie a quien carajo decírselo), “el imperialismo apartida acecha en cada rincón. No es momento para aventuras “infanto izquierdista. Es tiempo de resguardar los logros de la revolución”, dicho esto, levanto un muro alrededor de la casa que hacia las envidias de la mismísima Muralla China.

Sintiéndose plenamente feliz, se refugio en su casa y se puso a leer “La Ideología Alemana”.

Mientras tanto, en la espesa y siniestra oscuridad del bosque, el Lobo Capitalista acechaba este reducto de prístina felicidad.

“oh maldito capitalismo que tantas vidas haz segado, que tanta miseria haz desatado sobre esta desmadrada tierra, por que no tienes piedad de este pobre cerdito que solo ha soñado con un mundo sin clases”.

La cosa es que el Lobo, que como todos ustedes recuerdan ya se había deglutido a los otro dos cerdos, se acerca a la fortaleza de León con todas las ganas de mandárselo al buche.

La Bestia se detiene ante el “fortificado” muro y desde allí lanza la primera amenaza, “estimado cerdidillo, tened a bien entregarme todas tus posesiones, (mas el culito, por supuesto), o me veré forzado a comerte sin siquiera sacarte la ropita”.

León, confiado en lo inquebrantable de la muralla, y en que los “procesos sociales solo pueden destruirse desde dentro y solo cuando se da la conjunción de las condiciones objetivas y subjetivas del mismo” se atrevió a contestar tan tremebundo desafió, “¡chupame un huevo!”, respondió secamente.

El “enviado del mal” no se inmuto en lo mas mínimo por tan desapacible respuesta. Sacado de su bolsillo un diminuto “GPS” marco unas coordenadas cartesianas en el mismo, y tras cartón, un poderoso rayo láser disparado de alguno de los miles de satélites militares que tiene la OTAN dando vueltas por el cielo azul convirtió el pedregoso muro en una montaña de mierda.

Avanzo unos pasos, se arrimo a la puerta de la casucha, carraspeo, y casi susurrando agrego, “ahora no solo quiero tus posesiones y tu culito, sino que también quiero que me entregues la figurita de la “Perra Laika” que me falta para completar un viejo álbum”.

León, ahora un poco menos tranquilo, respondió, “un hijo de la revolución jamás se entrega”, y rápidamente se dio cuenta que se había ido un poco de boca.

El lobo, iba a empezar con eso de “¡soplare, soplare, y tu casa tirare!”, pero era totalmente innecesario porque la puerta de la casa estaba sin llave.

Así que en un par de pasos traspone el umbral y queda delante del cerdo.

Otra vez, las fuerzas del “Mal” y del “Bien” se veían las caras frente a frente.

De un lado, el capitalismo “usurero e inmoral”, y del otro, los mas “glorioso” del proletariado socialista.

Aquí la “miseria y el sufrimiento humano”, allí, “la dicha y la paz mundial”.

El cerdito, “el nuevo cerdito”, y el Lobo, “el lobo del cerdo”.

Continuara…

Que pasara queridos camaradas.

¿Triunfara el obreraje?

¿El capitalismo impondrá su sombra de muerte sobre el desvastado cerdito?

¿Cómo carajo terminara esta historia?

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