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LOS 3 CERDITOS, "LA BATALLA FINAL"

LOS 3 CERDITOS, "LA BATALLA FINAL"

LA BATALLA FINAL

 

En esta penúltima escena quedan frente a frente el “furibundo” Lobo Feroz, y el “obrero y campesino” Cerdito León.

 

Algunos viejos y viejas “carcamanes” deben recordar el final de ese bellísimo western, “A la hora Señalada”, cuando el bueno quedaba solo contra el malvado. Ambos solos de toda soledad, más allá de la muerte que los rondaba, que se frotaba contra sus atardecidos cuerpos. Acá, dentro de la “coqueta” casita de León la cosa era mas o menos la misma.

 

Y dado que las palabras sobran, (por el momento), se da inicio la “tremebunda” batalla.

 

El Lobo saca de una bolsa varios elementos que se dispone a arrojar al cuasi indefenso cochinillo.

Le tira dos cuchillos, un mingitorio, una llave inglesa, dos sifones y una garrafa.

 

León, cual “Neo en la terraza”, se vuelca sobre su espalda, (en una maniobra que a mi me hubiese provocado una suculenta lumbalgia), y con “tersos” movimientos de cintura esquiva los objetos que le pasan zumbando en cámara lenta por arriba de su rosado vientre.

 

León extrae de su “overol proletario” una hermosa “katana”, y dando saltos breves con sus breves patitas, va rebotando de pared en pared, del piso al techo y le atiza un golpe al “iracundo” lobezno.

El Lobo logro desviar el golpe, pero la “afiladísima” katana le corta los pelos de la oreja, (esos tan difíciles de afeitar si tenes mas de 40).

 

Luego, ambos dos, se tiran de todo.

La lista seria interminable, solo vasta mencionar que este pequeño tramo del “horrible” enfrentamiento culmina cuando el lobo capitalista le surte una “cazuela de mariscos” que el cerdillo hace a un lado con un movimiento certero de su cabeza.

 

León clava los ojos en el Lobo, estira su brazo, y con su pezuña, le hace un gesto como diciendo “vení puto, vení”.

 

El Lobo, intentando sofrenar la ira que se va apoderando de su cuerpo y alma, se arroja sobre el cerdo lanza un “inhumano” alarido… algo así como “uuuhhhuaiiiiaaaauiiiia”, y desencadena una seguidilla de golpes de karate, kung fu y sipalki do.

 

La lucha se vuelve cuerpo a cuerpo.

Aca va un “cortito”, allá va una “quebradura”, allí va una “patada voladora”, aquí viene un “piquete de ojos”.

Los torsos sudorosos y afiebrados se resfregan uno sobre otros a medida que ruedan, en un vértice mortal, por todos los rincones de la habitación.

 

El lobo y el Cerdito no se sacan un palmo de ventaja.

La tregua se impone como un manto entre ellos.

Se separan y se sientan sobre unos almohadones de felpa.

Se quedan en silencio cara a cara.

Pero es el silencio, la temible quietud, que anuncia la más furiosa de las tormentas.

La batalla ideológica.

 

El Lobo toma la palabra y le explica a León las bondades de “la mano invisible del mercado”, y de cómo el “estado” se vuelve una barrera para aquellos que quieren dar lo mejor de si, (y quedarse con lo mejor de los otros).

León, entonces, replica recitándole los párrafos del “Capital” donde el “inefable” Carlos demuestra el robo que constituye la plusvalía. Luego, casi escupiéndolo, que el “estado en manos de los obreros se vuelve una herramienta de liberación”.

 

El duelo verbal va subiendo de tono y de contenidos conceptuales.

De un lado tenemos al mejor exponente de la patria financiera, y del otro al ejemplo en vida de la “escuelitas de marxismo” del partido.

 

El hijo de “Lenin” contra la progenie de “Karl Popper”.

 

La discusión se va encorajinando y parece no haber estocada que no sea devuelta por el adversario.

Casi se convierte en un “ping – pong” de sagacidad e inteligencia.

 

“NBA”, dice uno, “Circo de Moscú”, replica el otro.

“Whisky”, “vodka”.

“Guantánamo”, “Siberia”.

“Venus Williams”, “Maria Sharapova”.

“CIA”, “KGB”.

“los tres chiflados”, “los hermanos marx”.

“el MK 47”, “la Kalishnikov”,

Y así “hasta el infinito y más allá”.

 

Viendo el Lobo que la resistencia impuesta por el “infranqueable” León se volvía prácticamente indestructible, decide apelar a las últimas armas que posee.

 

De un baúl que siempre carga encima, el lobo comienza a sacar una parafernalia de cosas que va amontonando sobre el “bruñido” piso de madera.

Al toque, empieza a armar una especie de pista de baile. Pone unos parlantes a cada lado del improvisado escenario, prende la maquina de hacer humo, y del techo cuelga la vieja y querida “bola con espejos”.

Entonces se pone un traje blanco sobre una camisa de seda de cuellos enormes, y mientras baila al mejor estilo de “Tony Manero”, entona, (con falsete incluido), el “memorable” tema de los Bee Gees, “stanin alaiv, stanin alaiv, ah, ah, ah ,ah, stanin alaiv”, y serpentea por la pista envuelto en luces multicolores.

 

Al cochinillo las patitas se les mueven solas.

Tiene ganas de arrancar la camisa y quedarse en “jardinero”, cual si fuese uno de los inmortales “Village People”.

Pero muy dentro, sabe que debe resistir la tentación que le ofrece el “falso dios del imperialismo apartida”.

No solo eso, rápidamente elabora un contraataque que será casi fulminante para el feroz Lobo.

 

Descuelga de una repisa una vieja guitarra española, y dice en vos alta, pero suavemente, estas bellísimas palabras, “hermanos revolucionarios… esta tarde de lucha popular voy a hacer para ustedes todo el cancionero de nuestros hermanos cubanos, Silvio Rodríguez y Pablo milanes”, y arranca con “se partió en nicaragua, otro hierro candente…”, y así, una canción tras otra.

 

Cuando el Cerdito “trova cubana a pleno” León llega a “mi unicornio azul ayer se me perdió…”, el Lobo se encuentra en un total estado de “embole y desesperación”. Ve como el triunfo se le escapa por entre las garras. Sabe que solo le resta un  arma por usar, y aunque también conoce su terrible poder, titubea antes de usarla.

 

La Fiera abre una pequeña mochila y saca una pequeñísima cajita de colores.

 

León lo mira pero no deja de tocar la guitarra y cantar mansamente.

 

El Lobo, extrae de la cajita, a medida que los acomoda sobre una mesa, un diminuto paquete de papas fritas, un minúsculo vaso de coca cola, una insignificante hamburguesa con queso, y un muñequito del “Padrecito Stalin”, que cuando le apretas la pancita dice, “el socialismo en un solo país es posible”,  “Vos puto a Siberia”, y “sóplenme el culo, ya!!!”

 

León queda paralizado.

 

Arroja la guitarra que se despedaza contra la pared, y se abalanza desesperado sobre la mesa.

 

“La Cajita Feliz” había logrado su cometido, vencer toda resistencia del cerdo.

 

El Lobo se interpone entre el cerdo y los “fetichisticos” productos.

Y mientras León se babea, le dice, “mira pibe, antes de comerte esta sabrosa hamburguesa, y sentirte parte del mundo de la diversión, tenemos que charlar un ratito…”

 

Y ahí arranca con las virtudes de tener una “franquicia” de la marca de los “Aros Dorados”, que las ganancias que uno tiene por medio del “merchandising” acrecientan sustancialmente las ganancias, de que ventajas puede darle emplear a los otros animalitos del bosque con un sistema de “pasantias”, y de cómo bajando la calida del producto se pueden lograr mayores ingresos.

 

“Lo que sea”, dice León, “pero por el amor de dios, dejame morfar la cajita feliz”.

 

El Lobo toma su celular y en dos minutos un estudio de abogados y contadores, completo, llega a la casa.

Le hace firmar una serie interminable de papeles, en los cuales el cerdo hipoteca hasta su tataranieto, y le permite al cerdo “atacar” el breve manjar americano.

 

Mientras, como el Lobo no era ningún boludo y se sabia de memoria la discusión “Marx – Malthus”, regurgita a los otros dos cerdos para que se vuelvan, rápidamente, mano de obra disciplinada.

 

Así los tres cerditos van a vivir “muy, pero muy felices (junto a su amiguito Ronald)” en su bonita casa de comidas chatarra.

Trabajan mas duro que antes por una suma de dinero ultra miserable, pero nadie les puede sacar la alegría de ver a los niños y demás animalitos del bosque sonrientes con sus “cajitas feliz” en la mano.

 

El Lobito anda por ahí.

Ni siquiera se molesta en ir a buscar las regalías del negocio, (tiene mas de un vasallo que lo hace por el).

Pero no se queda tranquilo.

Siempre hay algún animal perdido en el mundo al que hay que acercarle los beneficios de la “democracia y el libre mercado”.

 

Porque como todos sabemos muy bien, “EL CAPITALISMO NOT DEAD”.

 

Un abracito.

 

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