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RECUERDOS DE LA INFANCIA

Sábado a la madrugada, llueve. Miro el cielo y esta fulero

Esto no mejora, me digo y pongo la pava para tomar unos mates.

A los cinco minutos se levanta mi pibe con cara de preocupación, pispea por la ventana y se desploma en la silla de la cocina.

Me mira, mientras abre un paquete de Don Satur, y me dice, “la puta madre, hoy tiene que llover, toda la semana un sol de cagarse y hoy llueve”.

 

Trato de consolarlo y le mando:

Bueno Lucas, pensa en positivo, hoy haces vida de familia, tomamos unos mates, la vieja nos cocina unos fideos y a la tarde nos miramos el Barsa contra el Real” juega como a las 4 no?

 

Si, va, que se yo, no me jodas, hoy teníamos todo listo para ganarle al colo y su equipo de mierda, ese rejuntado del orto, pero mira como llueve.

 

Déja de hablar porque un sonido le dice que le llega un mensajito al celular, lo lee y me dice:

Viste se suspendió, esta todo inundado, se levanto caliente de la silla, me voy a dormir, no jodas.

 

Me quede solo, chupando unos mates, “no jodas” me dijo. Hice memoria, hasta volver a la casa de mis viejos y me encontré pateando la de goma contra el alambrado del frente, esperaba a los pibes que se iban juntando desde la esquina del almacén y llegaban en malon. ¡Dale Toto! Que llegan antes los del zanjon y nos cagan la cancha.

 

Después de esas palabras, salíamos todos a los pedos a la cancha de la escuelita, y preparábamos el ritual, pan y queso, tres y hasta cuatro equipos armábamos y a jugar.

El asunto era a dos goles o veinte minutos, porque los que esperaban afuera para entrar terminaban embolándose y empezaban a tirar piedras para romper las bolas.

 

Estábamos en nuestro territorio, nos sentíamos crack, de los de primera, elegíamos ser el bocha, o Robertito Mouzo, el Heber, el negro Ortiz, el loco Houseman o cualquier otro ídolo que estuviera identificado con nuestros colores.

 

Hu, me acuerdo del negro Daniel, gallina puta, pero un arquerazo, volaba de palo a  palo y cuando la agarraba gritaba ¡el paaaaaato!, por Fillol.

 

Éramos así, teníamos una imaginación terrible, en esa época no había TV color, cable y toda la mierda de ahora, ¡no! que va, todo era radio, si querías saber de futbol.

 

Volviendo al negro gallináceo, me acuerdo que una tarde estábamos jugando contra los hermanos nieva, eran cuatro, casi medio equipo, y ganábamos 6 a 5, y la ultima pelota le cae al negrito bombeada y el muy turro voló para atrás, arqueándose y mandándola con los dedos por arriba del travesaño al grito de ¡el paaaaaaato!, pero voló tanto que cayo de cabeza en el zanjon que pasaba por atrás del arco, el mismo donde a la noche llevábamos el farol para atrapar las ranas que mi viejo nos fritaba.

 

Lo sacamos todo embarrado y con un olor a podrido que tumbaba, cagandonos de la risa, y el negro hablando solamente de la pelota que saco.

Me acuerdo como si fuera hoy, doña María le gritaba “Daniel, que te hicieron tus amigos”, nos culpaba de todo la vieja y la remataba “claro vos te cagas ensuciando y la que frega soy yo”.

 

Pero la tucumana, puro grito pero una santa, nos dejaba pasar al jardín de la casa para tomarnos una cervezas con coca, donde planeábamos los partidos para el próximo finde, y las salidas a los asaltos en la noche y así se nos pasaba la vida.

 

Y ahora mi pibe me dice “no jodas”, y mi conciencia le responde “que te voy a joder hijo, si daría lo que fuera para poder sentir ese sufrimiento de no poder jugar por la lluvia”.

 

Pero los años nos pasan y machacan los huesos, las huellas del alma son cada vez mas profundas, pero mi memoria me mantiene vivo, ante estos recuerdos de guacho corriendo una pelota.

 

 

El coco Osvaldo

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